Impropio hasta para los arponeros
del Pequod, el edificio de la Ultima Puerta resulta miserable. En un
estado de aseo así nomás, con la pintura de las paredes así
nomás, con un aspecto así nomás. Con aires de salón de espera de
una estación de tren descuidada. Así como la Ciudad se viste de
fiesta esmeradamente para recibir e impresionar a los turistas, el
edificio del crematorio del Cementerio de la Chacarita resulta
miserable.
Viniendo desde la calle, hay que
subir una escalinata con el féretro asido entre 8 a 10 personas (ni
que hablar de una rampa) y luego de un pequeño hall se entra al
recinto donde se halla una plataforma que termina en una pequeña
puerta que ni siquiera cierra bien.
Como para la Ciudad resulta el
último trámite administrativo, el tipo que se la pasó toda la
vida haciendo colas para pagar los impuestos, tiene ahora que pasar
rápido. Entonces luego de instantes, el hombre de los servicios
fúnebres engancha un tope en la cabecera del féretro. Hecho esto
se abre la pequeña puerta y el féretro se desliza a los tirones
hacia adentro del depósito. Es a los tirones porque no es un
sistema automático, sino que se ve a través del vano de la puerta
un operario con guardapolvo azul eléctrico, que sube y baja
trabajosamente algún tipo de palanca, idéntico al que infla la
rueda de la bicicleta con un modesto inflador manual.
En el mismo recinto hay un órgano
antiguo (más bien viejo) con una inscripción tipo museo y una
advertencia de "no tocar". En estas épocas donde a las
restauraciones se las llama pomposamente "Puesta en Valor"
y aprovechando el conocido públicamente superávit de la Ciudad,
sería altamente amable de parte de los organismos competentes, que
las instalaciones correspondientes a los servicios fúnebres
guardaran alguna relación de dignidad o por lo menos de limpieza,
sino ya de diseño, con las que pueden disfrutar por ejemplo los
turistas que nos visitan.
nota: "los arponeros del Pequod
se refiere a la novela de Melville: "Moby Dick"