12 de agosto de 2006
Bicentenario de la Reconquista de Buenos Aires
Por las calles que conducen a la
Plaza Mayor, avanzan en tropel las fuerzas de la reconquista, envueltas en
el humo de las explosiones y el retumbar de los disparos. Liniers,
instalado con sus lugartenientes en el atrio de la iglesia de la Merced,
ha perdido el control de las operaciones: sus soldados, mezclados con el
pueblo que pelea a mano desnuda, no escuchan ya las voces de los
oficiales, y se lanzan en un solo impulso a aniquilar al enemigo. Un
diluvio de fuego se desata sobre las posiciones británicas en la plaza..
Allí, al pie del arco central de la Recova, está Beresford, con su espada
desenvainada, rodeado de los escoceses del 71. Esta es la última
resistencia.
Las descargas incesantes abren sangrientos claros en
las filas británicas. A los pies de Beresford cae, ultimado de un balazo,
su ayudante, el Capitán Kennet. El jefe inglés comprende que ya no es
posible continuar la lucha, pues sus tropas serán aniquiladas hasta el
último hombre. Ordena entonces la retirada hacia el Fuerte. Allí, momentos
más tarde, iza la bandera de parlamento.
Volcándose como un
torrente en la plaza, las tropas y el pueblo llegan hasta los fosos de la
fortaleza, dispuestos a continuar la lucha y exterminar a cuchillo a los
británicos. En esas circunstancias arriba Hilarión de la Quintana, enviado
por Liniers a
negociar la rendición. Esta deberá ser sin condiciones. La muchedumbre,
terriblemente enardecida, es a duras penas contenida. Se exige a gritos
que Beresford arroje la espada. Un capitán británico lanza entonces la
suya, en un intento por calmar a la multitud. Pero eso no conforma a la
gente, y Beresford debe aceptar, aun antes de que sus soldados hayan
depuesto las armas, que una bandera española sea enarbolada sobre la cima
del baluarte.
Liniers
está ahora a pocos metros de la entrada de la fortaleza, aguardando la
salida de su rival vencido. Beresford, acompañado por Quintana y otros
oficiales, marcha hacia Liniers a
través de la multitud que le abre paso. El encuentro es breve. Los dos
jefes se abrazan y cambian muy pocas palabras. Liniers,
después de felicitar a Beresford por su valiente resistencia, le comunica
que sus tropas deberán abandonar el Fuerte y depositar sus armas al pie de
la galería del Cabildo. Las fuerzas españolas rendirán, como corresponde,
los honores de la guerra.
A las 3 de la tarde del 12 de Agosto de
1806, el regimiento 71 desfila por última vez en la Plaza Mayor de Buenos
Aires. Con sus banderas desplegadas los británicos marchan entre dos filas
de soldados españoles que presentan armas, hasta el Cabildo, y allí
arrojan sus fusiles al pie del jefe vencedor.
|