9 de marzo de 2006
Los espacios de la centralidad barrial
La especie humana está definida por su deseo de gregariedad. Desde la más remota antigüedad los hombres se apropiaron del espacio público para establecer allí su vida de relación.
La ciudad contemporánea se ha separado de este esquema fundante. El carácter
social que tuvo históricamente el espacio urbano ha sido sustituido por el tránsito masivo y polucionante de les automotores. Sus habitantes han quedado relegados a las veredas, angostas fajas peatonales que solo pueden abandonar cuando media la autorización del semáforo.
Se suele definir la ciudad contemporánea como un espacio de operaciones para
los emprendimientos de capital. Una ciudad para los negocios. Este contenido pervierte los objetivos humanos de la ciudad. El poder económico no está interesado en estos objetivos.
Cuando se rompe la correspondencia biológica entre la ciudad y la vida se acrecientan las patologías del habitante urbano. Al deshumanizarse, la ciudad enferma a su población. Con la pérdida de los ámbitos del encuentro, donde la población se convocaba para estrechar vínculos, se han debilitado la pertenencia comunitaria y el ejercicio de la participación.
Existen fuertes relaciones entre la configuración del espacio público y el desarrollo de la vida colectiva. De la misma manera come podemos proyectar un edificio que
promueva o desaliente el vínculo entre los habitantes. podemos estimular la vida colectiva a través de una organización intencionada de los ámbitos urbanos. La socialidad se asienta en el espacio, por lo tanto depende de el.
La cuestión, para los arquitectos, no consiste tanto en la adquisición de nuevos
repertorios de proyecto, como en tomar conciencia del enorme valor que representa la integración social para la calidad de vida de la población.
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